miércoles, 1 de junio de 2011

Formas de Vivir Nuestros Cuerpos

* Quisiera aclarar que debido a las palabras que utilizaré como “cuerpo” y “mente” la
expresión de totalidad del ser humano se verá limitada por los conceptos del idioma español y en
general del pensamiento occidental.

* La estructura del cuerpo esta físicamente diseñada para permitir que este flujo de energía
nos pase de largo a través del axis de gravedad. Cuando el peso alcanza el suelo con el mínimo de
obstáculos ocurre un rebote desde la tierra que nos eleva naturalmente la postura en una reacción
llamada grounding o “hacer tierra”.

Occidente conoce varias palabras para referirse a diferentes aspectos que integran a la persona en
sí, dentro de estas encontramos el cuerpo, la mente y las emociones. La medicina occidental por
un lado ha tendido a la división de estos tres, enfocándose en el cuerpo como la estructura física,
mientras que la psicología ha intentado integrar estos tres aspectos. La lógica de pensamiento y los
metódos de investigación que ambas ciencias han utilizado se han convertido con el paso de los
años en un habito, una forma de pensar y de actuar, es decir en una cultura. Y como es característico
de la cultura, esta se devuelve hacia sus creadores en una forma de retroalimentación para continuar
reproduciendose. La perspectiva de las ciencias físicas, sociales, económicas y biologicas repercute
en nuestras formas de pensar y por tanto de vivir nuestros cuerpos.

La historia, (es decir los pensamientos y acciones), representa en nosotros un habito, ya sean las
historias personales o las historias sociales, cada vez que realizamos una acción estamos preparando
nuestras personas para la próxima situación. La consciente o inconsciente superficial división entre
mente y cuerpo se deja ver en cada uno de nosotros ya sea en la vida cotidiana o en acciones muy
específicas y especializadas como lo requieran los trabajos en los que nos incorporamos.

Al hablar de la memoria nos damos cuenta que cuando recordamos a una persona, no recordamos
su cara, sino su presencia en totalidad, hablando, escribiendo, cantando, haciendo cosas familiares,
es decir que recordamos a las personas en acción donde se incorpora en una totalidad el cuerpo, las
emociones y la mente. Es a través de las acciones y de los movimientos, es decir de la energía, que
todos los seres se dejan ver, se hacen visibles. Por eso fijarnos en el cuerpo y su apariencia externa
no es nada superficial como nos ha hecho creer la valoración contemporánea que se le da al cuerpo.
No es la acción de ver lo superficial, superficial es el pensamiento que se tiene sobre lo que se ve,
porque cuando vemos los cuerpos de todas las personas estamos viendo a la persona en si, tal y
como sus acciones, sus hábitos, sus decisiones la han llevado a ser y paralelo a esto la forma en la
que el contexto de su vida la ha influenciado.

Nuestra propia construcción es una construcción diaria. Toda acción racional o irracional (que
solamente lo es de acuerdo a una lógica de pensamiento específica) va acompañada de una emoción
y para cada emoción reaccionan nuestros músculos, huesos y órganos. Lo que quiere decir que la
construcción de nuestra historia no solo nos lleva a una toma de decisiones, hacia algún lugar físico,
o a alguna enfermedad corporal o mental, sino que además nos construye “literalmente hablando”.
Cada acción, queda registrada en nuestra materia, nuestras células, nuestros órganos y nuestros
huesos. Porque la vida no está ubicada en un solo lugar, la vida atraviesa cada estructura que nos
conforma.

Un ejemplo claro de como la cultura a través de la educación promueve la fragmentación de nuestra
estructura, es el juicio que tendemos a hacer sobre nuestros huesos como inertes. Tradicionalmente
se enseña el esqueleto y por aparte se nombran los órganos, pero los huesos son también un órgano
y no son inertes. Dentro de estos en la médula del hueso nacen los glóbulos rojos que luego llegan
a nuestras arterias y venas para transitarnos. Quizás se requiera mucha sensibilidad y gran atención
para percibir como a lo largo de nuestras vidas nuestros huesos van cambiando, pero aún así se
puede amar con el torax.

Muchas cosas se han dicho sobe el cuerpo en especial sobre la forma de dominio sobre este, esto se debe a lo planteado anteriormente, el cuerpo es la persona en sí, por eso en las guerras se
procura asesinar al enemigo porque sin cuerpo la gente no existe. No pretendemos profundizar en
el millar de explicaciones y teorías que hay sobre las formas de dominación del cuerpo, más bien
pretendemos plantear la nueva forma de percibirlo. Es decir ir más allá de la visión del cuerpo como
un lugar en donde se dan las relaciones de poder. Aunque esta situación se dio y se sigue dando,
hay un enfoque que ha pasado desapercibido y es la relación de nosotros con nuestro propio cuerpo,
una relación donde el poder no tiene nada de positivo o negativo, sino de relación directa con la
biología, las emociones y la mente sin ningún prejuicio de separación o de superioridad una de
la otra. De la relación que desarrollamos con nuestros cuerpos también se desprende la forma de
entender, percibir y acariciar los cuerpos de otros.

A juicio superficial el origen el ser humano como lo conocemos el día de hoy, está relacionado con
su postura corporal, creando así un prejuicio y dando un valor excesivo a verticalidad del cuerpo,
como si no estuviera en el cuerpo humano la capacidad de ser horizontal. La capacidad de gatear
es de niños, y es la que los prepara para la vida bípeda como la evolución nos preparo para andar
erguidos.

Pareciera que del miedo que le tenemos al suelo hemos relegado a nuestros pies la tarea de tocarlo.
Absortos, elevados y superiores, en las “profundidades de nuestros pensamientos” nos olvidamos de
que todo el peso que cargamos ni siquiera es nuestro, pertenece a la gravedad. Nuestro peso viene
dado por la fuerza de atracción que la tierra ejerce y nosotros somos más bien una articulación
biográfica donde estas fuerzas físicas confluyen y pasan, pero no habitan. Sin embargo en nuestra
pretensión y nuestro papel asumido de controladores de fuerzas solemos bloquear este flujo de
energía que nos traspasan, cargando la cuenta a los hombros al cuello, a las rodillas, donde sea, todo
con el afán de no soltarla*.

Otra situación en la que nos vemos afectados a diario es la negación de nuestros propios desechos;
los cuales no pretendemos rescatar pues su permanencia en el cuerpo representa en realidad un
peligro. Sin embargo al hacer de menos el desecho también hemos hecho de menos el final de los
procesos, finalizar los procesos puede ser muy valioso para reconocer los límites tanto de otros
como los nuestros. La delicadeza y belleza de los límites radica en que son el punto de encuentro
y de intímidad entre las personas. El límite es el lugar, único lugar, donde dos personas o donde
toda una sociedad puede encontrarse. No solo se defeca la caca, se defecan los procesos mentales
al terminar y las emociones cuando mueren. Relegar los desechos a la oscuridad y soledad nos ha
inhibido de compartir parte importante de lo que somos de aceptarnos tal y como somos.

El prejuicio y la negatividad que se expresa al cuerpo, encasilla nuestras emociones, así nos
abstenemos de experimentar nuestra totalidad. Relegando ciertas emociones únicamente a partes
especificas del cuerpo y restando sensibilidad a otras, nos prevenimos de expresarnos y también de
relajarnos.

El cuerpo también puede ser una diferente forma de resistencia cuando lo transformamos en
conciencia. Y debido a que su naturaleza que es ser la base sobre la que podemos actuar para
interrelacionarnos con la materia y mundo circundante, abordarnos de esta forma, puede facilitar
nuestro entendimiento personal y social, y nuestros movimientos tanto los propios y únicos como
los que nos vinculan socialmente.

Volver la mirada hacia adentro de nuestras entrañas puede ayudarnos a preservar lo humano.
Cheche